miércoles, 27 de enero de 2010

Grandes Crisis

Entre Enero de1994 y Julio del 2004, todos los torneos cortos quedaron en manos de los equipos grandes del fútbol argentino. Vale aclarar que dentro de está nomina incluimos al todopoderoso Vélez de Carlos Bianchi que se llevó tres de los veintiún títulos disputados. La lista la encabeza River Plate con nueve títulos, seguido por Boca Jrs. con cuatro, San Lorenzo e Independiente con dos y Racing con aquella agónica consagración en 2001. A la vez, entre 1994 y 2005 estos mismos clubes acumularon cinco Copas Libertadores, cuatro Supercopas, tres Sudamercianas y una Copa Mercosur. A partir de allí, sólo Boca a vuelto a triunfar a nivel internacional y a nivel doméstico, ninguno ha vuelto a demostrar semejante hegemonía salvo por el Boca de Basile (05-06).

Estos clubes que a lo largo de la historia del fútbol argentino lograron la denominación de grandes, están hace tiempo sumidos en una crisis tanto deportiva como institucional de la no logran salir. Es cierto que algunos resultados esporádicos les dan el aire necesario para no caer en desgracia, como el titulo obtenido por River en el Clausura ’08 o la obtención del campeonato siguiente por parte del club de la ribera.

Sin embargo, más allá de estos pasajes de frágil tranquilidad vemos como clubes que hace no tantos años disputaban hasta el final cada una de las competiciones en las que participaban viven sumergidos en un constante clima de tensión e inestabilidad. Es cierto también que muchos clubes de los denominados chicos, como Lanús o Colón, han hecho las cosas muy bien y gracias a la existencia de “políticas de estado”, como el desarrollo de las divisiones inferiores, han obtenido resultados impensados hace dos décadas. Pero también es cierto que son estos clubes los menos y lo que hoy nos planteamos aquí en “Por lo menos, así lo veo yo” es el por qué de la actualidad que vive el fútbol argentino y por sobre todo, la de sus grandes protagonistas.

Comencemos por la dirigencia de estos clubes ya que son estos personajes los únicos que poseen el tiempo para establecer políticas de largo alcance. No voy a caer en el gravísimo error de generalización de decir que nuestro fútbol es un reflejo de nuestra sociedad y que sus dirigentes lo son de nuestros políticos. Hacer eso desacreditaría mi análisis por completo. Pero sería naivee hacer lo contrario, por lo que intentaré no llevar mi argumentación a los extremos y la desmesura.

En primer lugar, los grandes clubes han padecido a lo largo de los últimos 5 años administraciones en su mayoría poco exitosas y mandatos no del todo transparentes. Recordemos que Racing quebró y fue gerenciada por la sociedad anónima Blanquiceleste, que si bien lo sacó de convocatoria no logró resultados ni buen juego en el plano futbolístico. Otro que fue víctima de una mala administración fue River, quién padeció dos mandatos de José María Aguilar quien pese a estar bajo la lupa por una aparente participación en la interna de “Los Borrachos del Tablón” jamás pensó en dar un paso al costado. Caso aparte es el de Boca Jrs. Mauricio Macri asumió a fines de los ‘90 como presidente de una institución desmoronada tanto en lo futbolístico como en lo económico y transformó a Boca en el mejor equipo de la década y en la empresa más rentable del fútbol. Sin embargo, desde su desvinculación han pasado dos titulares en dos años y han logrado generar un pasivo superior a los 150 millones de pesos.

A estas administraciones cuasi fraudulentas se le suma la falta de políticas claras de contratación y de ideales futbolísticos. En muchos casos, se contrataron jugadores que tiempo atrás no hubiesen pasado siquiera por las mentes de los dirigentes de los cinco “grandes”. En otros, las contrataciones no tuvieron un rendimiento acorde a las expectativas debido, en varias ocasiones, al constante clima de tensión e impaciencia que se vive cada domingo. Es cierto que la presión por obtener resultados obliga a tomar decisiones apresuradas pero en los últimos años desfilaron por el club riverplatense decenas de jugadores que tuvieron un paso fugaz por la institución, en su mayoría con más pena que gloria. Cosas similares ocurrieron en Independiente, quien año a año renovaba sus esperanzas con varias incorporaciones estrella como Leandro Gioda, Franco Cangele, el Rengo Díaz y Mariano Herron, solo para encontrar bajos rendimientos y nulas posibilidades de pelear por la corona. Para colmo muchos de estos clubes que solían sustentarse con sus divisiones inferiores comenzaron a desarmar sus estructuras de fuerzas básicas para financiar sus grandísimos déficits operativos, cosa que no hacía más que agrandarlos.

En segundo lugar, tenemos a los técnicos sobre quienes, en mi opinión, recae la menor parte de la culpa. Si bien muchas veces los entrenadores de los clubes grandes no logran liderar estos planteles cargados de jugadores consagrados, muchas otras caen como víctimas de esta misma crisis que aquí describo. Se les ofrecen contratos de corta duración negándoles la posibilidad de ejecutar un plan de trabajo progresivo ni tiempo para comunicar una idea de juego a los futbolistas. Para colmo, saben que ante la primera adversidad su cabeza será la primera en rodar. Es cierto que son los más fáciles de remover.

Más allá del instaurado “que se vayan todos”, nadie realmente baraja la posibilidad de despedir a gran parte del plantel o de remover a la CD, legitimada democráticamente. Pero esto también les quita responsabilidad en esta triste actualidad que viven los clubes con más seguidores del fútbol argentino. Socavando información para este artículo encontré una cifra que si bien no es reciente, asusta y habla a las claras de nuestro fútbol. En los últimos cuarenta años, desfilaron por Racing 59 entrenadores, varios de estos en más de una oportunidad.

Por último ha llegado el turno de los jugadores. Son estos los que salen a la cancha cada domingo y sufren en carne propia cada abucheo e insulto por parte de la platea y la popular. En mi opinión son más víctimas que victimarios de estos momentos críticos por los que atraviesan los clubes grandes de nuestro país. Cualquiera que haya jugado a este deporte de forma relativamente seria sabe que uno siempre deja todo lo que tiene, nunca quiere jugar mal y muchísimo menos perder. Este tipo de acusaciones son las que deben tolerar cada fin de semana que a los jugadores de Racing, River, Independiente, Boca y San Lorenzo les toca perder. Cabe aclarar que la presión y la tensión que este tipo de situaciones generan ayudan a empeorar el desempeño de muchos de los jugadores de estos clubes cayendo en un circulo vicioso que en la práctica no parece tener salida.

Sin embargo, como siempre existen caso especiales. Las constantes internas que se han desatado en los vestuarios de los 5 “grandes” plasman una falta de profesionalismo por parte de algunos futbolistas que es verdaderamente desalentadora. Yo les pregunto a ustedes, ¿con cuantas personas que no les caen bien trabajan, estudian o conviven? Al igual que cualquier otro profesional, el futbolista pasa gran parte de su día rodeado de personas con las que puede o no tener afinidad, pero más allá de esto, siempre debe tener respeto. Casos como el de Ameli y Tuzzio en River, la inclusión de los hijos de Ramón Díaz en el plantel profesional del San Lorenzo entrenado por el mismo Ramón y el constante conventillo en torno a la relación Riquelme-Palermo, no hacen más que demostrar la falta de profesionalismo que caracteriza al fútbol argentino y por sobre todo a los grandes equipos plagados de estrellas. No debemos olvidar que el ámbito del fútbol no deja de ser un ambiente profesional y como en todo entorno de trabajo, debe prevalecer el respeto por el otro, algo que parece haberse perdido o por lo menos desgastado en nuestro fútbol.

A modo de cierre, el camino parece negro para los “grandes” argentinos y las épocas de gloria parecen estar muy lejos. En mi opinión, esta historia no puede revertirse sin un liderazgo transparente, unidireccional y de largo plazo por parte de los dirigentes de estas instituciones quienes deben empezar por calmar las aguas y darle el aire necesario a los técnicos tanto de los primeros equipos como de las inferiores para llevar a estos clubes de nuevo a la grandeza.
Por lo menos asi lo ve el Mones.

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